🔵 El Día del Libro nos invita a celebrar la palabra impresa, pero también a cuestionarnos por el futuro de aquello que aún no ha sido digitalizado.
Cada 23 de abril se conmemora el Día del Libro, con el propósito de impulsar el hábito lector, fortalecer el sector editorial y resguardar la protección de la propiedad intelectual. Bajo esa línea, la digitalización ha transformado nuestra manera de leer, conservar y difundir el conocimiento, abriendo nuevas puertas para el acceso universal a la literatura y la cultura escrita.
Hoy, las Humanidades Digitales constituyen un campo interdisciplinario que une las herramientas de la informática con las preguntas, los métodos y los objetos de estudio propios de las disciplinas humanísticas.
Su finalidad no es solo facilitar procesos técnicos como la digitalización o el almacenamiento en la nube que están relacionados a la digitalización de libros –antiguos o de importancia para la investigación y que pueden ser utilizados como fuente primaria, sino que transforma al papel en la construcción de memorias.
En el contexto peruano, este campo aún se encuentra en una etapa incipiente. Los esfuerzos institucionales y académicos aún son dispersos: algunos programas de estudio y laboratorios de investigación comienzan a construir puentes entre la tecnología y las humanidades.
Con ello, no hay un paisaje académico que valore social o económicamente el desarrollo de soluciones digitales para archivos, textos o fuentes históricas. Y, a eso, debemos agregar que algunos humanistas tienden a ver al profesional técnico digital como un «ejecutor», no como un coinvestigador.
Enrique Urteaga, investigador de Estudios Indianos de la Universidad del Pacífico (UP), explica que, en el entorno tecnológico, prácticas como el software libre, el acceso abierto y la circulación libre del conocimiento se han consolidado como principios fundamentales. “En algunos sectores de las humanidades aún predominan lógicas y modelos cerrados sobre la gestión del conocimiento, donde el acceso a libros, documentos o archivos suele ser restringido o poco difundido, donde las instituciones tienen una lógica de custodia, pero no de circulación”, explica Urteaga.
Ante esta realidad, es necesario reflexionar sobre la digitalización, no como un acto exclusivamente técnico, sino como un proceso con implicancias culturales, sociales y políticas. Digitalizar no equivale a reemplazar el libro impreso, sino a darle continuidad bajo nuevas condiciones materiales, garantiza su preservación y amplía su acceso.
En ese sentido, Daphne Cornejo, también investigadora de Estudios Indianos de la UP, sostiene que los proyectos de digitalización deben ser comprendidos como una suma de procesos (escanear o fotografiar, indizar metadatos, describir objetos y alojarlos en repositorios) al servicio de la investigación y del derecho a la memoria colectiva.
REALIDAD Y ESCENARIO ACTUAL
La digitalización del patrimonio documental en el Perú se enfrenta a múltiples barreras estructurales que limitan su alcance e impacto. Primero, no existe una cultura de colaboración real entre humanistas y expertos en tecnología pues los vínculos suelen ser funcionales y breves. En segundo lugar, persisten brechas tecnológicas y presupuestales, porque muchas bibliotecas y archivos carecen del equipamiento, personal y financiamiento necesarios para digitalizar sus colecciones. A todo ello se suma una desigualdad territorial, pues la mayoría de las iniciativas de digitalización se concentran en la capital, se reproduce un centralismo histórico y se deja a las regiones en la invisibilidad documental.
Sin embargo, incluso cuando se digitaliza, el acceso sigue siendo limitado por falta de difusión, visibilidad o integración en plataformas públicas. Grupos de investigación como Estudios Indianos actúan a favor de salvaguardar el patrimonio bibliográfico americano. En su plataforma web se puede acceder a ejemplares de los siglos XVI al XVIII, en lenguas romances o lenguas amerindias, sobre diversos aspectos de la herencia virreinal americana.
El libro no ha desaparecido, se ha transformado. En la actualidad, sus contenidos transitan entre soportes físicos y digitales, entre estanterías y servidores, entre la biblioteca y la nube. Este tránsito no implica pérdida, sino la posibilidad de continuidad.
