A pocos meses de que Arequipa conmemore 485 años de fundación española, la Ciudad Blanca conserva un valioso testimonio pictórico de su pasado real e imaginado.
En el salón consistorial de la Municipalidad Provincial de Arequipa, ubicado en el tercer piso del Portal de la Municipalidad N.º 110, están dos murales del reconocido pintor arequipeño Teodoro Núñez Ureta. Estas obras, de cuerpos a tamaño real y fuerte carga simbólica, representan dos momentos fundacionales: uno basado en hechos históricos y otro en la tradición oral andina.
Ambas pinturas miden más de 3.14 metros de ancho por 2.3 metros de alto y fueron concebidas como una manera artística de narrar los orígenes de la ciudad. Más que ilustraciones son interpretaciones visuales que reflejan tanto la historia documentada como los relatos ancestrales que sobreviven en la memoria colectiva.
La fundación española: una escena histórica al óleo
El primer mural recrea la fundación española de la ciudad, ocurrida el 15 de agosto de 1540, en la actual Plaza de Armas. Núñez Ureta representa en él a Garci Manuel de Carbajal, el enviado de Francisco Pizarro que fundó la villa; Juan de la Torre y Díaz Chacón, primer alcalde; Alonso de Luque, escribano del acto fundacional; un sacerdote dominico, soldados armados con fusiles y espadas, y miembros de la etnia yarabaya, antiguos habitantes del valle. A lo lejos se eleva el volcán Chachani, enmarcando una escena marcada por la cruz cristiana y el acto solemne de posesión del territorio.
El cuadro no solo remite al hecho fundacional, sino que reconstruye el clima político y religioso de la época, con una fidelidad visual que transmite la solemnidad del momento.
La fundación incaica: una ficción con raíz cultural
La segunda pintura, más libre y simbólica, ofrece una versión idealizada de una fundación incaica de Arequipa. Aunque no tiene respaldo documental, esta obra nace de antiguos relatos orales que circularon en el sur andino. En ella, el artista muestra a nobles incas, rituales y símbolos del mundo andino, imaginando una ciudad preexistente a la llegada española. Según el historiador Gonzalo Gómez, esta pintura encarna un gesto artístico de reivindicación cultural que dialoga con una Arequipa más antigua y mestiza.
El mito del Quijote: entre suposiciones y realidad
Durante años, en los pasillos de la municipalidad, se propagó la idea de que entre los personajes del mural español aparecía Don Quijote de la Mancha. La figura alargada y caballeresca de uno de los personajes avivó la curiosidad de trabajadores y visitantes. Sin embargo, esta versión fue descartada por especialistas.
El historiador Rommel Arce Espinoza explicó que las figuras representadas en el mural corresponden a tipos humanos del siglo XVI y que no existe indicio alguno de la inclusión del personaje de Cervantes. De igual forma, el museólogo Carlos Ugarte Núñez indicó que la obra no incluye elementos que hagan referencia a El Quijote, aunque reconoció que la confusión pudo surgir por la presencia de figuras de aspecto literario o romántico.
El nieto del artista, Salvador Núñez, también confirmó que el personaje no está presente en esta obra. Precisó que sí existen otras pinturas de Núñez Ureta en las que Don Quijote aparece como las que se conservan en el Club Arequipa o el Museo Municipal, donde se le reconoce fácilmente por su postura, vestimenta y expresión.
Murales que construyen memoria
Las dos pinturas del salón consistorial son más que obras decorativas: son piezas que permiten mirar la historia de Arequipa desde distintas ópticas. En vísperas del aniversario 485 de la ciudad, redescubrir estos murales es también reencontrarse con los mitos, realidades y símbolos que conforman su identidad.
Así, mientras los debates sobre personajes continúan en tono anecdótico, lo cierto es que los murales de Teodoro Núñez Ureta siguen invitando a reflexionar sobre cómo se ha narrado y representado la historia de Arequipa a lo largo del tiempo.

